Para un muchacho de Teruel, prematuramente resabiado por ser el tercero de una familia numerosa, el juego en la calle, las peleas a pedradas con chicos de los barrios vecinos y las carreras delante del guardia municipal de turno, estudiar en la universidad nunca fue un deseo, porque sencillamente no tenía elementos para imaginarlo.
Salir de Teruel a los 17 para ir a estudiar a la lejana Universidad de Zaragoza, llegar a ser un profesional dedicado a la investigación y salir al mundo, cuando el pasaporte no era un derecho, tampoco fue un sueño sino un impulso incontenible de hambre de conocimientos y ansia de libertad felizmente saciadas.
Años anónimos y sin oropeles, de trabajo duro y centrados en la docencia y la investigación, me llevaron primero a la cátedra en el CPS y luego a mirar espacios más amplios comenzando en la gestión como un compromiso conmigo mismo. No sólo sirve pensar sino que hay que existir, creando conocimientos y ejerciendo la crítica, en definitiva, construyendo Universidad, pero nunca tuve la ambición de ser Rector.
Sólo muy recientemente, la oportunidad y el sentir de que “un paso no dado es un sueño perdido” me llevó a presentarme pero sin soñar, con el ánimo alerta, despierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario