La semana pasada se filtró a la prensa un borrador del Catálogo de nuevos títulos adaptados al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) elaborado por el Consejo de Coordinación Universitaria. El nuevo Catálogo diseña una reducción notable del número de títulos de Grado y una transformación significativa del estatus actual.
Es fácil la demagogia en un tema tan sensible, y quizás no se ha debatido suficientemente de la Universidad que necesita la sociedad y lo que está dispuesta a pagar por ella, ya que la reacción ha sido inmediata. Antes de que el borrador se presente al Ministerio y con algunos títulos de Postgrado apenas bosquejados, ya han suscitado apasionadas reacciones, pronunciamientos y movilizaciones de los que no salen a gusto en la foto.
El futuro Catálogo debe conducir a títulos de Grado con claros referentes a nivel europeo, socialmente relevantes y que capaciten la integración directa en el mercado laboral. La formación de especialización y el engarce con la investigación se desarrollaría en los estudios de Postgrado que serían mucho más flexibles y permitirían perfiles formativos específicos. Pero, la batalla real, es que mientras la matrícula en las enseñanzas de Grado obedecerán a precios públicos, sólo los estudios de Máster con directrices propias los tendrán y los restantes serán precios de mercado libre.
Las enseñanzas actuales se configuraron en una tradición de la transmisión del saber dictada por la Academia o la Administración, más interesadas en el mantenimiento de parcelas de poder, que en los conocimientos demandados por la sociedad. Esto ha conducido a una oferta de más de 140 títulos oficiales que no corresponden a competencias laborales distintas ni a nichos de empleos específicos. Así, algunas de las titulaciones surgidas en los últimos 15 años tras la LRU, se han demostrado innecesarias para el mantenimiento o reposición generacional de la investigación y sin reconocimiento en el mercado laboral, pero han seguido porque, políticamente es difícil suprimirlas.
Los actuales estudiantes, afectados por la incertidumbre de sus competencias profesionales, han sido los primeros en reaccionar ante el Catálogo. Las competencias de los títulos actualmente en vigor están aseguradas por el carácter no retroactivo de la leyes, pero es cierto que su visibilidad social y posibilidades de progreso estarán interferidas por los nuevos títulos.
Debe existir una clara relación entre las competencias de los nuevos titulados y sus atribuciones profesionales y, en esto, los Colegios profesionales tendrán mucho que decir ya que ellos, u otros que se pudieran crear, deberán acoger a los nuevos titulados a la vez que dan continuidad a la defensa de sus actuales colegiados.
Los centros y universidades españolas, que deberán cambiar los títulos y quizás romper inercias históricas, son espectadores interesados ya que la reducción de títulos puede imponer su transformación. Las competencias de aprobación de títulos y de creación o modificación de centros corresponden a las Comunidades Autónomas, que serán responsables de una tarea difícil porque la continuidad puede conducir a duplicar enseñanzas con demanda baja y decreciente en distintos centros, aumentando la ineficiencia y a modificar las políticas previas de descentralización.
Favorecer la movilidad de los estudiantes y un proceso de formación de por vida, de forma transparente, exige garantías uniformes de calidad en distintos centros y países y requiere la actuación de Agencias de calidad, que deberán seguir criterios uniformes en toda Europa. Este elemento novedoso, que es inseparable del proceso de convergencia al EEES, va a introducir modificaciones mayores en la Universidad española con la aparición de listas de méritos de centros y titulaciones.
No se puede ser excelente en todos los campos, la competencia requiere especialización y será inevitable escoger los campos a desarrollar. La existencia de unos centros esencialmente dedicados a formar profesionales de Grado y otros que además tienen capacidad de investigar e impartir estudios de Máster y Doctorado, que ya existe en la actualidad, seguramente se consolidará. En este entorno, es dudoso que la asociación de docencia e investigación, que ha sido el paradigma de la Universidad tal y como la entendemos actualmente sea sostenible.
Dejando aparte la modificación profunda en la forma de impartir docencia, el proceso de convergencia al EEES introduce cambios en profundidad en la Universidad que son bienvenidos por lo que representan de oportunidad para mejorar la eficiencia y calidad de la enseñanza universitaria y por lo que suponen de puesta al día de su adaptación a la sociedad. Aprovechar con inteligencia este impulso es una oportunidad para obtener el mejor capital humano en estos momentos de despliegue de Aragón.
(Publicado por Heraldo de Aragón en mayo de 2005)
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