"Un paso no dado
es un sueño perdido"

lunes, 15 de abril de 2002

La descentralización

La descentralización de la Universidad es la mejor oportunidad para situarla con ventaja en el nuevo siglo. La elección de representantes en el Claustro y la redacción de unos nuevos estatutos son una ocasión oportuna para reabrir el debate centralización/ descentralización. Sus implicaciones se abordaron durante la transición española para encauzar el problema histórico de las nacionalidades y modernizar la administración. El tema reaparece regularmente en la organización de la administración en sus niveles; nacional, autonómico, provincial y local y se reproduce cuando se consideran alternativas de dirección de empresas y, ciertamente, no puede soslayarse cuando se trata de la Universidad.


La organización de la Universidad tradicional española ha sido y es centralista aunque esté distribuida territorialmente. Se argumenta que así se garantiza la igualdad y que los distintos órganos alcanzan sus fines mejor de lo que podrían hacer por sí mismos. La centralización tiene como “virtud principal” la uniformización de todos, independientemente de su actividad. Así ha sucedido en nuestra Universidad y el resultado es un estado, que no es de decadencia ni de progreso, sino de somnolencia administrativa que sirve, sobre todo, para impedir iniciativas y no para innovar.


El Rectorado (como figura centralizada) no puede abarcar todos los detalles de la vida universitaria y si lo intenta queda abocado a un proceso hipertrófico. Cuanto más aumenta la centralización, más se acrecienta la bipolaridad, con mayor actuación del Rectorado y menor la del resto de la Universidad, impidiendo la toma responsabilidades en niveles inferiores de la organización y desanimando la participación.


Las organizaciones centralizadas fracasan en la adaptación a movimientos sociales profundos o a cambios rápidos. Pero además, la centralización es una rémora insuperable para fomentar la innovación y creatividad o la capacidad crítica, que son misión esencial de la Universidad. Sin duda, en la centralización de la Universidad de Zaragoza están los gérmenes de la falta de sintonía con la sociedad.


La descentralización no es distribución territorial sino delegación de poder. En términos empresariales, se guía por la máxima de que lo que se pueda hacer o resolver en los niveles más operativos de la organización no debe elevarse a niveles superiores ya que de lo contrario se pierde eficacia, aumentan los costes y se desmotiva al personal.


La descentralización no atenta contra la unidad. En una organización, donde la unidad está reconocida por las Cortes aragonesas, esta no debe ser el fruto de la uniformidad de todos sus órganos sino que debe nacer de la participación de todos ellos en los principios de su misión. La verdadera unidad es que todos en la comunidad universitaria conciban como propios los intereses de la Universidad.

Una descentralización funcional de la Universidad de Zaragoza podría seguir las pautas y siguientes:

  • El Rectorado tendría como misión fijar objetivos para toda la Universidad y, tras un estudio con los responsables de centros, departamentos, institutos y campus, asignar a cada uno de ellos unos objetivos propios.
  • El Rectorado evaluaría los progresos y dificultades de los distintos órganos sin seguir en detalle los procesos o ejercer de modo explícito la autoridad, de modo que hubiera una relación fluida de diálogo en la que ambos discuten las decisiones relevantes.
  • El Rectorado sólo debería resolver los temas que, por su naturaleza no estuvieran relacionados estrictamente con la actividad propia de órganos colegiados inferiores. Así la descentralización le permitiría centrarse en su trabajo propio de alta dirección.
  • Los servicios centrales del Rectorado deberían servir de puente entre órganos subordinados, suministrando información, herramientas y procesos, que incrementasen la eficacia. Además, a través de la información procedente de estas relaciones, propondría nuevas políticas.

Los nuevos estatutos de la Universidad de Zaragoza deben permitir un funcionamiento descentralizado, delimitando las atribuciones de los responsables de estos órganos (directores y decanos) y estableciendo las normas a seguir. Estas pautas facilitarían que estos asumieran la doble responsabilidad de dirigir sus ámbitos y harían de la descentralización un instrumento para facilitar la gestión y progreso de la Universidad.


Rafael Navarro Linares

(Publicado en Heraldo de Aragón, 15 de abril de 2002)

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